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Noviembre 2020
por Erik Harley

LA QUIMERA OLÍMPICA: EL ANILLO

A continuación se propone una carrera olímpica. Es una carrera que puedes hacer a pie, sosegadamente y sin cansarte demasiado así que en cierto modo también es una ruta. Nuestro circuito puede realizarse en menos de diez minutos y recorre un kilómetro exacto. Además nos permite visitar cuatro puntos imprescindibles de la historia de La Quimera Olímpica, un proyecto de investigación y difusión enmarcado en el Pormishuevismo, un falso movimiento artístico que ha marcado la historia de la arquitectura, el urbanismo y la ingeniería civil de este país a base de pollazos contra la mesa.

1) Primera parada: Estadio Olímpico Lluís Companys.
Arquitectos: Vittorio Gregotti + Federico Correa y Alfonso Milà.
Rehabilitación: 1985-1989.

Para cumplir con la fecha olímpica, el antiguo estadio de la Exposición Universal de 1929, debía rehabilitarse y aumentar su capacidad. El proyecto de Vittorio, Federico y Alfonso respeta el rollito noucentista del estadio. Los tres arquitectos coincidieron en bajar la cota de la pista para ganar gradería y poder albergar las 60.000 personas exigidas por el Comité Olímpico Internacional. Las coincidencias terminan ahí. No se pusieron de acuerdo en cómo ordenar el estadio y acabaron optando por una solución mixta. Las gradas superiores están dispuestas como quiso el italiano y las inferiores como quisieron los catalanes. Se inauguró de forma apresurada y sin estar terminado para albergar la Copa del Mundo de Atletismo de 1989. No fue un buen día. Tras la lluvia aparecieron las goteras y tras los abucheos independentistas al Rey, las primeras dudas sobre la capacidad organizativa de Barcelona.

2) Segunda parada: Palau Sant Jordi.
Arquitecto: Arata Isozaki.
Construcción: 1983-1990.

Para que la ciudad alojara los Juegos, las exigencias del COI eran claras. Barcelona debía construir un palacio de deportes con capacidad para 17.000 asistentes que fuese apto para cualquier deporte de pista. Casi nada. El proyecto de Isozaki presentaba una espectacular cubierta de irregulares ondulaciones que evocaban superficies marinas y lenguajes gaudinianos. Es una pena porque no tiene nada que ver con lo que estás viendo. Las ondulaciones gaudinianas acabaron convirtiéndose en el caparazón de una tortuga metalica.

¿Cómo pasó esto? Nada, una tontería. Había sido proyectado sobre un vertedero de más de 40 metros de profundidad. El cambio de emplazamiento hizo que el ya de por sí calendario apresurado de la obra, adoptase un ritmo vertiginoso. Pero Isozaki no se quejó. El japonés redefinió el edificio para ubicarlo un poco más allá y cambió la cubierta para poderla montar en tierra y elevarla con un revolucionario sistema de gatos hidráulicos que solo se había probado una vez en la historia. Algo mucho más performático que necesario.

Además, incorporó en su edificio la pérgola diseñada por Correa y Milà. Isozaki es, extrañamente, un Leo muy comprensivo. A cambio de su “desinteresada” comprensión, se le encargó a su mujer Aiko Miyawaki una instalación de arte llamada ‘Utsurohi’ (Cambio) formada por 36 columnas de piedra artificial repartidas por todo el Anillo Olímpico.

3) Tercera parada: INEFC.
Arquitecto: Ricardo Bofill.
Construcción: 1988-1990.

El Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña en realidad no debería estar donde está. La “Universidad del Deporte” fue diseñada para ocupar el espacio en el que hoy se encuentra en Palau de Sant Jordi de Isozaki.

Ricardo Bofill se ofendió muchísimo al ver su edificio desplazado y se negó a cooperar. Los responsables de la ordenación, le pidieron que retocase el proyecto. Bastaba que hiciera lo mismo que Isozaki y que lo armonizase con la pérgola que habían diseñado. Bofill decidió vengarse. Desplazó el edificio pero no lo volteó. Por eso el acceso principal del INFEC queda hoy fuera del conjunto. Algo que puede leerse como si Bofill fuese un edificio enfurruñado que decide darle la espalda al resto del grupo.

4) Cuarta parada: Torre de Telecomunicaciones de Montjuïc.
Arquitecto: Santiago Calatrava.
Construcción: 1989-1992.

En Montjuïc había dos pequeñas antenas utilizadas por Telefónica cuyos contratos de usufructo caducaban en 1990. Aunque la empresa de telefonía intentó renovarlos en varias ocasiones, desde el Ayuntamiento pusieron muchas dificultades.

Cuenta la leyenda que un día Pascual Maragall llamó a la compañía de telefonía y les hizo entender que si querían una antena en Monjuïc para los Juegos, tendrían que entregársela a Calatrava. ¿Precio de la broma telefónica? Una torrecita presupuestada en 300 millones de pesetas, convertida en menos de tres años en una pedazo torre de 3.000 millones. O sea, de 1,8 millones de euros a 18 millonzotes en una escultura blanca con antenas.

Nuestra breve carrera termina aquí, en una escultura sobredimensionada, un hito pormishuevista que, por cierto, funciona como reloj solar. El resto de la historia ya la conoces. Montserrat Caballé cantando, más de 10.000 deportistas paseándose por la ciudad, un montón de voluntarios gritándole “hola” al mundo, un arquero, una flecha y un pebetero en llamas.

Pero si quieres saber cómo empezó todo esto, tendrás que abrir Instagram, buscar @preferiria.periferia y leer ‘La Quimera Olímpica’, el trigésimo noveno capítulo del Pormishuevismo. ¿Preparados? ¿Listos? ¡Ya!

ARCHIVO JUEGOS OLIMPICOS BARCELONA 92 PASQUAL MARAGALL ALCALDE DE BARCELONA CUATRO DIAS ANTES DE LA INAUGURACION DE LOS JUEGOS OLIMPICOS

Texto de Erik Harley para GRAF. Harley es artista visual experto en estudios urbanos y residente en Bar Project.
Extracto de ‘La Quimera Olímpica’ un proyecto de investigación y difusión desarrollado en Bar Project (Barcelona, 2020).