Enero 2020
por Alicia Kopf

Cosmografías

La ciudad como constelación de signos ofrece estos días la posibilidad de viajar al espacio sin abandonar el plano horizontal. Me dirijo al agujero bajo tierra con una señal <M. Linea roja> más cercano. Este túnel no atraviesa el tiempo, pero sí lo acorta. Salgo en Sant Andreu Comptal, donde tiene lugar la exposición Un dia em vaig creuar amb un meteorit en el centro de arte Fabra i Coats. Una muestra comisariada por Carolina Ciuti entorno a la mirada al espacio como lugar de proyección de deseos humanos. Como amante de los imaginarios helados, mi atención se dirige primero al vídeo de Regina de Miguel Deception Island, (2017). La artista mira este rincón de la Antártida como quien baja de la nave espacial: “Isla Decepción pertenece al futuro, contiene vida sepultada, extremófila, diminutos revenantes esperando a ser despertados”. Un entorno habitado por organismos adaptados a las condiciones más duras –calor volcánico, frío glacial–, formas alienígenas, entre lo fascinante y el horror.

Tal como defiende el realismo especulativo de Graham Harman, “mientras los filósofos se aporrean entre sí sobre la posibilidad del “acceso” al mundo, los tiburones persiguen al atún y los glaciares golpean contra la costa. ¿Cuánto tiempo más la filosofía va a seguir satisfecha sin dirigirles la palabra?” Esta narradora post humana y lírica proyecta su palabra al paisaje lanzando una interrogación en la línea de Harman, ya no “quien soy” sino “¿entre quienes soy?”.

En una realidad paralela de la misma sala gira Meteorito fosforito (2013) de Belén Rodríguez, un ejercicio de mise en abyme de los códigos visuales de la ciencia ficción: la piedra de papier maché que cuelga del techo es filmada en directo. La pantalla muestra con una economía de medios convincente como flotamos todos, meteorito, tu y yo, entre un 74% de energía oscura en el espacio sideral. Al fondo de la sala, explosiones estelares encienden páginas de lo que parece una enciclopedia del Cosmos, obra en vídeo de la artista Julia Llerena: 43 Tiny Explosions, (2015). Mientras pienso en la extraña seducción de la combustión que da fulgor a las imágenes impresas, se cruza en mi camino una pieza enigmática como una esfinge. Se trata de la pieza 1858, Donati’s Comet, No Signal, (2018) de Pedro Torres. Microproyector y fóssil sobre placa fotográfica. ¿Qué tienen en común la sepultura milenaria de un caracol y las trayectorias elípticas alrededor del sol de un trozo de tierra helada? ambos son viajeros del tiempo. El cometa Donati fue el más brillante que se observó en todo el siglo XIX y el primero en ser fotografiado; es la imagen de la placa. Cada una de las partes que componen esta obra (la imagen del cometa en la placa de vidrio, el fósil y el propio proyector) habla del tiempo y las paradojas de los distintos soportes visuales que lo detienen.

La conferencia performativa de Alexandra Laudo ¿Com observar un cel nocturn? enmarcó la exposición con preguntas más que fundamentales: “¿Cuál es nuestro propio Big-Bang? Cuando empezamos a expandirnos, es decir, a amar?” la comisaria relató los puntos en común entre la mirada del astrónomo y la mirada del artista mientras un grupo de gimnástica rítmica lanzaba esferas al aire. Laudo nos recordó algo fundamental: “que la función del artista, como al del astrónomo, es sacar las imágenes de su oscuridad ontológica”.

La próxima actividad relacionada con esta exposición será una reflexión cuántica sobre el cosmos y el más allá, la performance Ciencia-Ficción de Cris Blanco (14 de enero, 19h).

Nos desplazamos hacia otras luces: Bajo la Osa mayor de Àngels Ribé, en el Centro de Arte Tecla Sala de Hospitalet. El título de la exposición hace referencia a la novela autobiográfica El enamorado de la Osa Mayor, de Sergiusz Piasecki. Una muestra curada por David Armengol en la que «el eje conductor es la manera de hacer de Àngels, su pensamiento tiene volumen». La muestra contiene obras de diferentes épocas de la artista, rehuyendo la idea de trayectoria en un arco de cincuenta años de actividad y producción artística merecedoras del último Premio Nacional de Artes Plásticas.

Como el protagonista ignorante del Enamorado de la Osa Mayor, que ponía nombre de mujer a sus estrellas preferidas, me dedico a explorar en la red los miembros de la Osa Mayor. Descubro que su punto más brillante es Alioth, una estrella blanca espectral A0p1, 108 veces más luminosa que el sol… le siguen Dubha, Ursae Majoris, conocida como Benetnash o Alcaid, Mizar, Alcor, Merak y Phecda. Nombres tan bellos que no pueden ser humanos.

 

«– ¿Quiere usted saber algo más? Puedo prestarle un manual de cosmografía y así podrá leer algunas cosas sobre ese tema.»

Y como el protagonista ignorante de Piasecki, respondo:

– No, no. Sólo me interesan esas estrellas.

 

La próxima estación para en la caja negra del cine comercial más cercano: Star Wars: la ascensión de Skywalker. Tendremos la dosis habitual de batallas espaciales, reflexiones sobre el lado oscuro que anida en todos nosotros y los conflictos generacionales que un padre caído en el cinismo puede despertar. Stars Wars es un cosmodrama galáctico en clave épica, y eso, hasta ahora, quien os escribe no lo había sabido apreciar. Esta vez, la heroína elije enfundar el láser y sanar al monstruo en vez de atacarlo. Ella misma nos recuerda que “hay vínculos más fuertes que la sangre” y que por ello cada cual tiene derecho a elegir su propio apellido. Mensajes de agradecer durante y después de las fiestas de Navidad.

Texto de Alicia Kopf para GRAF. Alicia es escritora y artista visual.

 

Créditos imágenes:

1- Meteorito fosforito (2013), Belén Rodríguez.
2- Fotografía del cometa Donati en 1858, reproducida en una glass lantern, cortesía de Pedro Torres.
3- Work is the Effort Against Resistance, 1976, Àngels Ribé.
4- Cap al lluny, 2003, Àngels Ribé.