La trampa.
Duró un instante.
Fue un sonido ensordecedor que rompió el silencio del bosque.
La trampa del cazador, dejando un rastro de sangre salpicado entre las hojas.
Nos movemos y nos vinculamos muchas veces llevados por atractivos estéticos, por situaciones y elementos vacíos de sentido que solo satisfacen nuestro ego, nuestra necesidad de reconocimiento y la falsa aceptación de los otros.
La metáfora de la trampa funciona en tanto entramos y salimos de los dispositivos artificiales donde incluso a veces conscientes de ellos jugamos y permanecemos largo rato en sus estructuras, olvidando o ignorando lo real.
Lo real son nuestros procesos internos, los ritmos individuales, lo que realmente nos seduce y nos perturba, cuando el cuerpo por fin, aunque sea por instantes logra acallar la mente.
¿El animal pone el cuerpo en la trampa, nosotros que ponemos?